De Sotil a Messi⚽️

• La estirpe latinoamericana del número 10 azulgrana


Un legado que respira América. De Sotil a Messi, pasando por la chispa de Maradona, la danza de Romário, la zurda absoluta de Rivaldo y la sonrisa luminosa de Ronaldinho, los números 10 latinoamericanos del Barza fueron más que jugadores: fueron artistas, poetas de la pelota que convirtieron el césped en un lienzo eterno. Por eso, el 10 en el Barza no es un simple número. Es un mandato, un pacto con el arte y la memoria. Y América Latina, tierra de gambetas, ha sido quien más veces prestó a sus poetas para escribir la historia de esa camiseta.

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Los eternos 10

Hugo Sotil (Perú🇵🇪) El iniciador del mito
Antes de que el Barza se convirtiera en la cúspide del arte futbolístico, antes de Maradona, Romário o Messi, hubo un hombre que abrió el camino y prendió la llama latina en el Camp Nou: Hugo Sotil. Llegó en 1973 casi en silencio, pero lo que trajo consigo fue la revolución silenciosa del talento y la elegancia.
Junto a Johan Cruyff formó la “dupla de oro” que rompió una sequía de 14 años y devolvió la Liga a Barcelona. En aquel 5-0 al Real Madrid en el Bernabéu, Sotil, con el 10 bien puesto, marcó un gol que fue un poema en movimiento, un instante eterno grabado no solo en la memoria culé sino en la historia del fútbol peruano. Como escribió El Mundo Deportivo en su crónica de aquel partido: “Sotil rubricó la goleada con la serenidad de un crack que sabe que está marcando un momento para la historia”. Fue el pionero, el latino que abrió las puertas del mito.

Diego Maradona (Argentina 🇦🇷) El destello fugaz
En 1982 llegó el “diez” por antonomasia, el genio que iluminó cada gramo del balón que tocaba. Aunque la lesión de Goikoetxea cortó su vuelo, su paso en Barcelona fue un relámpago, una llamarada breve pero intensa que dejó destellos imborrables y la Copa del Rey de 1983. Maradona creó un romance que duraría toda la vida entre Argentina y el Barza.
En ese lapso, dejó goles con aroma inmortal, como el que celebró incluso un sector del Bernabéu. El cronista Jaime Rincón lo definió así: “Maradona dentro del campo era un relámpago, un destello que iluminaba lo que tocaba, aunque la tormenta alrededor lo devorara”. Su historia culé fue un destello incompleto, pero inolvidable.

Romário (Brasil🇧🇷) El carnaval letal
En los 90, Romário convirtió el 10 en una samba vibrante y mortal. Entre 1993 y 1995, el “Baixinho” maravilló con su instinto goleador, su carisma y sus dos goles en aquel emblemático 5-0 al Madrid de 1994 sellaron una época de alegría y eficacia implacable. Fue su obra cumbre. Escribió Santiago Segurola: “Romário no corría: levitaba. Parecía que el balón era un satélite obligado a girar a su alrededor”. El brasileño se ganó el corazón culé con fiesta y eficacia.

Rivaldo (Brasil🇧🇷) La técnica sublime
El 10 tomó otra dimensión con Rivaldo, el brasileño de zurda mágica y media distancia letal. Llegado en 1997, fue el maestro que regaló un inolvidable hat-trick ante el Valencia en el 2001, incluida la chilena gloriosa que metaforizó su talento infinito y su amor por el Barza. El diario Sport tituló al día siguiente: “Rivaldo mete al Barza en Champions con una obra divina”. La chilena del minuto 90 quedó como mosaico eterno de talento y épica. Rivaldo, el brasileño taciturno que no necesitaba sonrisas para hablar con su zurda fue campeón de la Liga y Balón de Oro en 1999. Un genio que hablaba con fútbol.

Ronaldinho (Basil🇧🇷) el resucitador del Barza
Cuando el club atravesaba años oscuros y el Camp Nou había perdido la ilusión, irrumpió Ronaldinho en 2003. Más que un fichaje, fue una resurrección. Con su sonrisa abierta y su fútbol de fantasía, devolvió la esperanza y cambió la historia reciente del Barza. El 10 en su espalda se convirtió en sinónimo de felicidad.

Gambetas que parecían coreografías imposibles, pases sin mirar que desafiaban la lógica y goles destinados a la eternidad. Su consagración fue total: desde aquel gol ante Sevilla en el que recorrió medio campo, hasta la ovación en el Bernabéu en 2005, cuando la afición rival reconoció que estaba viendo algo más grande que la rivalidad misma.

Como resumió Joan Laporta: “Ronaldinho transformó la tristeza en alegría y puso al Barza de nuevo en el mapa”.

Con él llegaron títulos, sí, pero su legado fue más profundo: dio al Barza una identidad luminosa, un estilo que inspiró y preparó al equipo para entrar en su era dorada. Porque fue Ronaldinho quien tomó de la mano a un joven Lionel Messi y lo presentó al mundo. Su abrazo al rosarino en aquel gol contra el Albacete en 2005 es el símbolo de un relevo poético: el genio sonriente abría camino al elegido que reinaría.

Lionel Messi (Argentina🇦🇷) El elegido que reinventó el 10
Desde el 2008, Messi heredó el 10 y lo elevó a otra dimensión. Jamás lo soltó hasta 2021. Con él se reescribieron todos los récords: 672 goles, 35 títulos, 4 Champions, noches inolvidables contra cualquier rival. Josep Maria Casanovas escribió en 2012: “Messi no juega al fútbol, lo reinventa cada noche con la naturalidad de quien respira”. Bajo su reinado, el 10 dejó de ser un número: se convirtió en religión.

El Camp Nou, aunque ahora en reconstrucción, guarda todavía los ecos de esas tardes. Como escribió Manuel Vázquez Montalbán, testigo de tantas gestas: “El Barza es la patria simbólica de quienes jamás renuncian a soñar”. Y en ese sueño, siempre aparece un 10, casi siempre latinoamericano, dispuesto a recordarle al mundo que el fútbol no es cálculo, sino poesía en movimiento .

Hugo Sotil

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