El Perú también tiene su Dr. Pepper

Un legado entre la medicina, el tenis y el amor a Arequipa

Escribe Álvaro Mejía 

alvaromejia@miamigoldeportes.com

Aníbal Pepper Figueroa hizo del tenis y la medicina los hilos de una vida tejida en amistad y humanidad. Junto a Alejandro Olmedo, vivió tardes de sueños y confianza, llevando el orgullo arequipeño por el mundo. Médico en la guerra de Vietnam, salvó vidas y enseñó que el corazón también cura. Impulsó la modernización de hospitales en Arequipa y creó espacios donde el paciente nunca deja de ser persona. Su historia es el abrazo perpetuo entre los valores de una amistad sin fronteras y la vocación de sanar con alma generosa

Amistad, juventud y primeros triunfos

En la histórica y acogedora ciudad de Arequipa, Perú, custodiada por tres volcanes, en el tradicional Hospital Goyeneche, nació Aníbal Pepper Figueroa, un hombre cuyo corazón siempre latió con fuerza por dos grandes pasiones: la medicina y el tenis. Desde muy niño, Aníbal vivió en un ambiente rodeado de compromiso familiar y un amor profundo por su tierra, combinando ambos mundos en un camino que lo llevaría a trascender fronteras y dejar un legado imborrable.

Su juventud estuvo marcada por una amistad que sería uno de los pilares fundamentales de su vida. A la temprana edad de 12 años, en las canchas del Club Internacional de Arequipa — club del que su padre era un respetado socio —, Aníbal conoció a Alejandro Olmedo, otro joven tenista cuyo talento y carisma lo hicieron famoso en el Perú y el mundo. Lo que comenzó como juegos entre niños aventureros se convirtió en una relación profunda y sólida que trascendió el tiempo y la distancia.

Ambos compartían tardes jugando tenis, horas entrenando y también escapadas al cercano río, donde la naturaleza y la camaradería enriquecían su día a día. Mientras los dos crecían y destacaban en el tenis, ambos chiquillos desarrollaron una ambición sana y decidida para luchar por sus sueños deportivos.

Esa ambición pronto se reflejó en resultados concretos. En Lima, bajo la guía del entrenador Stanley Singer, figura respetada en la Federación Peruana de Tenis y el mismo que entrenaba a Olmedo, Aníbal se impuso en el Campeonato Nacional Juvenil de 1954. Apenas con 17 años, llegó invicto a coronarse campeón de tenis en la categoría juvenil, enfrentando a jóvenes talentos de Lima y otras regiones con destreza y voluntad inquebrantable. Este título fue el reconocimiento a años de esfuerzo, disciplina y pasión que lo posicionó como uno de los mejores exponentes del tenis joven peruano.

Mientras Olmedo tomaba el camino hacia Estados Unidos, en busca de ampliar sus horizontes deportivos y académicos, Aníbal optó por una pasión paralela que creció en su alma: la medicina. Ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de San Agustín (UNSA) en Arequipa, decididamente encaminado hacia una carrera que le permitiría ayudar a otros con ciencia y humanidad. Incluso, con sus compañeros de estudio, hicieron un ascenso a la cúspide del volcán Misti con fines de investigación de sus efectos en la salud humana.

Durante aquellos años de intenso estudio y formación, el destino también le regaló a Anita, una chica norteamericana que conoció en Arequipa y que se convertiría en su amor, compañera y pilar para toda la vida. La relación con Anita se inició en Arequipa, pero ella tuvo que partir a Estados Unidos, donde volverían a reunirse más tarde para casarse, marcando el comienzo de una familia que acompañaría a Aníbal en sus futuros caminos. Pero no nos adelantemos.

De Arequipa a Chicago, reencuentro y el llamado a la guerra

Luego de graduarse como médico cirujano en la Universidad Nacional de San Agustín en Arequipa en 1959, Aníbal Pepper Figueroa entendió que para perfeccionar su vocación y ampliar sus horizontes debía buscar nuevos desafíos. Animado por el consejo de un mentor y con los medios limitados, vendió sus raquetas de tenis, libros y un carrito para reunir un modesto capital y buscó a Anita en Estados Unidos. Su destino fue la ciudad de Chicago, donde ingresó al hospital Hines para realizar una especialización en cirugía. En esta etapa, el esfuerzo y la perseverancia fueron sus aliados.

Chicago no solo significó un crecimiento académico y profesional, sino también la reconstrucción de la amistad con Alejandro Olmedo. Este último ya se había convertido en una figura legendaria en el tenis internacional. Cuando Olmedo conquistó en 1958 la Copa Davis con el equipo estadounidense, aquella victoria histórica puso de nuevo a Perú en el mapa deportivo mundial. Aníbal acompañó orgulloso a su amigo, que trajo la Copa Davis, en los festejos y en las giras, y juntos regresaron a su tierra natal para protagonizar partidos de exhibición en el Estadio Nacional de Lima y en el Estadio Melgar, creando un puente entre las dos generaciones y reafirmando el orgullo por sus raíces.

La llegada de Olmedo llenó la Plaza de Armas de Arequipa. El doctor Aníbal Pepper recuerda que traer la Copa Davis al Perú fue un hecho excepcional. Vino en una caja fuerte y asegurada en dos millones de dólares. Varios años después, la hija de Olmedo donaría la réplica de esa copa que le fue entregada a su padre para el museo en su memoria y cuya construcción es impulsada por el doctor Pepper en homenaje a su gran amigo.

Una anécdota divertida que recuerda Aníbal de esos momentos de gloria es que cuando llegaron al aeropuerto de Lima, Álex Olmedo fue cargado en hombros, momento en que los amigos de lo ajeno aprovecharon para robarle la billetera con todos sus documentos. Así que tuvo que buscar al presidente Manuel Prado Ugarteche, que había presidido la ceremonia de recepción al tenista, para solicitarle ayuda. El presidente ordenó que le expidieran un nuevo pasaporte.

Otro gran recuerdo es que “El Alejo”, como lo llamaba él, le presentaba a estrellas de Hollywood que lo admiraban y lo buscaban para que fuera su instructor en tenis. Olmedo era instructor en el Hotel Beverly Hills, de Hollywood. Un día, estando en Los Angeles, lo llamó por teléfono y lo invitó a jugar una partida de dobles, pero le dijo que no trajera una cámara fotográfica porque las personas con las que iban a jugar no querían fotos. Aníbal quedó impresionado al ver que esas personas eran nada menos que Kirk Douglas, protagonista de “Espartaco”, y Charlton Heston, estrella de “Los Diez Mandamientos”. Olmedo hizo pareja con Heston mientras que Pepper hizo pareja con Douglas. Se ríe al recordar cómo ellos le hacían bromas al confundirlo con Dr. Pepper, un popularísimo refresco de origen texano.

La guerra de Vietnam

Pero la vida debía presentar un reto mayor en la vida de Aníbal. En un contexto marcado por la Guerra de Vietnam, el gobierno estadounidense lo convocó como cirujano. Dada su condición de inmigrante con obligaciones, recibió un ultimátum: si no aceptaba ir a servir, debía regresar al Perú. Sin dudarlo, Aníbal aceptó, consciente de que era una oportunidad para poner en práctica todo su conocimiento y para cumplir con un deber humano y profesional.

Su experiencia en Vietnam fue una intensa prueba de resistencia física y emocional. Se entrenó durante un año para encarar la cirugía de combate y el tratamiento de quemaduras, especialidades críticas en hospitales de guerra. Durante ese tiempo, realizó más de 400 cirugías, una labor heroica que salvó innumerables vidas y que marcó un antes y un después en su carrera.

En medio del horror, Aníbal encontró en el tenis una vía para mantener la esperanza y la humanidad. Promovió la creación de equipos de tenis entre médicos y soldados, liderando campeonatos como el que, con humor, bautizaron como “Indochina Open.” Este esfuerzo no solo alivió tensiones, sino que fomentó la solidaridad y la camaradería, utilizando el deporte como herramienta para la sanación integral.

Llegada a Arequipa, innovación médica y legado humanitario

Luego de su experiencia en la guerra de Vietnam y consolidar sus habilidades quirúrgicas en Estados Unidos, Aníbal Pepper regresó a Arequipa con el profundo anhelo de aportar todo lo aprendido a su ciudad natal. La dedicación y el amor por su tierra lo impulsaron a transformar la realidad médica local, introduciendo técnicas y avances que en ese tiempo eran una verdadera revolución.

Fue el primero en llevar la cirugía laparoscópica a Arequipa, una técnica poco conocida y todavía polémica para muchos cirujanos. Utilizando equipos de última tecnología que tuvo que conseguirle gracias a donaciones y financiamiento obtenido a través de diversas actividades, incluyendo eventos comunitarios, desplegó la cirugía mínimamente invasiva que revolucionó el tratamiento quirúrgico en la ciudad.

Con paciencia y determinación, entrenó a un equipo joven de cirujanos, liderados por su amigo el doctor Vargas, quien con su preparación técnica y eléctrica ayudó a instalar y optimizar los equipos. El impacto fue inmediato: miles de operaciones de vesícula, coledocolitiasis y otros procedimientos fueron realizados con menos dolor, menos complicaciones y rápida recuperación.

Pero el aporte de Aníbal no se limitó a la laparoscopía. Su sensibilidad hacia las víctimas de quemaduras le llevó a impulsar la creación de la unidad especializada de quemados en el Hospital Regional Honorio Delgado. Desde su época en Vietnam recordaba la tragedia de pacientes que morían por falta de atención adecuada e infraestructura. Así, junto a colegas y amigos, envió recursos, planos y coordinó la instalación de la unidad que se convertiría en referente nacional.

Con la ayuda del doctor Lozada, cirujano plástico arequipeño, se logró capacitar a profesionales y equipar el área. Avanzaron en la formación, el cuidado y la investigación para atender a los pacientes con altos estándares médicos, salvando vidas y mejorando la calidad de vida de miles.

Más allá de los avances técnicos, para el doctor Pepper la medicina fue siempre un arte sustentado en el respeto y la compasión. En sus reflexiones sobre la evolución tecnológica advirtió sobre los riesgos de la deshumanización, haciendo énfasis en que el paciente debía ser tratado como un ser integral, no como un número o un caso clínico frío.

Estos valores lo convirtieron en un referente humano y profesional inolvidable. No solo dejó un valioso legado médico en Arequipa y el Perú, sino una huella indeleble en la memoria de colegas, pacientes y alumnos, que lo recuerdan con cariño y respeto.

La vida de Aníbal Pepper Figueroa es un amplio testimonio de cómo la excelencia, el amor por el servicio y la coherencia con los valores fundamentales pueden transformar un entorno y dejar un impacto duradero para generaciones futuras.

Familia, raíces y valores

Aníbal Pepper construyó una vida profesional destacada en Estados Unidos, y formó su familia junto a Anita, aunque siempre dio muestras de que la conexión profunda con su tierra natal y su gente seguía viva. Es que nunca abandonó el compromiso de ayudar a Arequipa y al Perú mediante su trabajo, apoyo y donaciones. 

Cada año retornaba a Arequipa con la misión de acercar apoyo a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de San Agustín (UNSA), así como a la unidad de quemados del Hospital Regional Honorio Delgado. Gracias a su incansable labor en los Estados Unidos y el amor inquebrantable por su ciudad, logró recolectar fondos y equipamientos médicos que fueron cruciales para modernizar estas instituciones y mejorar la atención sanitaria.

Junto a Anita también impulsó proyectos educativos, financiando escuelas y construyendo nuevas instalaciones, con la colaboración de la colonia peruana en Norteamérica. Esta labor solidaria fue reconocida en Arequipa y en círculos médicos y civiles, destacando su altruismo y el legado de generosidad familiar.

Para otros exalumnos ilustres de su generación del Colegio San José de Arequipa, que incluyó a médicos y profesionales destacados, Aníbal Pepper fue un ejemplo de perseverancia y humildad. En encuentros realizados en Arequipa, se recordaba con cariño y respeto sus éxitos y su carácter afable y comprometido.

Al evocar su vida, se subraya también su constante práctica del tenis, deporte que consideraba fundamental para la salud física y mental. Hasta pasados los 80 años, siguió siendo un jugador activo, mostrando que el deporte y el bienestar son caminos inseparables. En una entrevista reciente, recordó con emoción cómo usó el tenis incluso como herramienta para sobrellevar el estrés vivido en Vietnam, creando espacios donde médicos y soldados podían recuperar la esperanza.

En la familia Pepper, la herencia del tenis y la medicina se entrelazan con valores profundos de amor por la patria, la comunidad y el servicio a los demás. Aníbal Pepper Figueroa es, sin duda, un ejemplo inolvidable de cómo equilibrar talento, vocación y compromiso humano, siempre con un pie en Arequipa y la mirada puesta en un mundo mejor.

El legado eterno de un arequipeño universal

La vida del doctor Aníbal Pepper Figueroa es un testimonio poderoso de lo que implica amar la vida en todas sus dimensiones: el compromiso profesional, la pasión deportiva, el amor familiar, y sobre todo, un apego inquebrantable por su tierra natal.

Este médico cirujano de gran trayectoria no solo fue pionero en la introducción de la cirugía laparoscópica en Arequipa sino también impulsor de la unidad de quemados en el Hospital Regional Honorio Delgado, un logro que salvó miles de vidas y continúa su impacto hoy.

Su experiencia como médico en la guerra de Vietnam, donde realizó cientos de cirugías en condiciones extremas, refleja la fortaleza, humanidad y dedicación que guió toda su carrera.

Amante del tenis desde niño, fortificó su amistad con Alejandro Olmedo, su compañero inseparable de infancia y leyenda del deporte mundial, con quien celebró victorias y mantuvo vivo el orgullo arequipeño y peruano.

El doctor Pepper enseñó que el verdadero éxito es la suma del talento, el corazón y la humildad; que la medicina no es solo ciencia, sino arte al servicio del ser humano; que el deporte es salud y fraternidad; y que las raíces nunca se pierden sino que son la fuerza que sostiene los sueños.

Las nuevas generaciones de médicos, deportistas y ciudadanos pueden encontrar en su ejemplo la inspiración y el camino para trascender en sus propios campos, siempre con lealtad a sus principios y a su gente.

Aníbal Pepper Figueroa es un orgullo arequipeño y un médico universal, cuyo legado sigue vivo en cada vida sanada, en cada cancha jugada, y en cada corazón que late con amor y compromiso por el Perú.

El año 2010, la Municipalidad de Arequipa iba a entregarle su medalla de oro. Pero ese año, el escritor Mario Vargas Llosa, su paisano, ganó el premio Nobel de Literatura. Por eso, las autoridades, con mucha delicadeza, le pidieron  a Pepper que esperase un año más para poder homenajear ese año al escritor. Don Aníbal lo entendió y aceptó con mucha nobleza. Por eso, él dice, con una sonrisa, que Vargas Llosa se llevó la medalla que le correspondía a él.

Y añade, con orgullo y con humor: “Para ser un verdadero arequipeño, hay que haber nacido en el Goyeneche, haber subido al Misti y haber recibido la Medalla de Oro de la Municipalidad de Arequipa. Yo cumplo con los tres requisitos”.

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